Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


La vida en un hilo

21/05/2021

Hace unos días volví a ver una película clásica del cine español, La vida en un hilo. La vi en mi infancia, cuando aún no tenía conceptos vitales básicos: el tiempo, la muerte, la estabilidad emocional, la libertad, los virus. Qué sé yo. Con ocho años no tienes asimilado prácticamente nada, quizá por eso me impactó tanto y nunca la olvidé. Más de cuarenta años después, con muchos conceptos vitales básicos y complejos asimilados, volvió a mí y me removió de nuevo. En esta cinta de Edgar Neville de 1945, una mujer sale de una floristería en una tarde lluviosa. Un desconocido le ofrece compartir un taxi y lo rechaza. Seguidamente, un segundo desconocido, le hace la misma invitación, pero en esta ocasión, la acepta. Una decisión nimia que hizo que su vida fuera de una manera muy distinta de haber elegido la propuesta del primer hombre. La película plantea que la vida está en un hilo. Que a veces depende del azar pero también a todos nos llegan momentos en los que elegimos entre dos o más caminos sin ser conscientes en ese instante de la importancia de la decisión.
Ahora que ha acabado el estado de alarma, el Gobierno nos devuelve la capacidad de elegir caminos como en ‘La vida en un hilo’, aunque condicionada por las ocurrencias de Igea, el doctor. Sin embargo, lo mejor de que se haya terminado la vigencia del estado de alarma es que ahora tenemos libertad para no viajar y para no llegar a casa después del toque de queda. Lo dijo Manuel Azaña, «la libertad no hace ni más ni menos felices a los hombres; los hace sencillamente, hombres». Da la sensación de que esa palabra ‘ayusiana’, libertad, se haya convertido en la llave de la felicidad, cuando realmente se trata de un derecho inherente al ser humano que a veces nos hará muy dichosos y otras, muy desdichados por usarla en contra de nuestro bienestar. Una vez abiertas las fronteras autonómicas, parece que tenemos la obligación de salir de espantada, donde sea, el caso es repetir la frase, «¡qué ganas tenía de salir!». Como si lo que nos hubieran devuelto es un billete de avión o de tren o nos hubieran llenado el depósito del coche para lanzarnos a la aventura con un cuchillo entre los dientes. Parece que la libertad se traduce en kilómetros. La libertad se traduce en hacer lo que a uno le da la gana ya sea a miles de kilómetros visitando monumentos, calles o tumbado a la bartola o bien en su casa resolviendo un sudoku, leyendo un libro o haciendo esferificaciones a lo Ferrán Adriá. Lamentablemente la vida no tiene carácter retroactivo. El tiempo no vuelve. Así que por mucho que nos empeñemos, lo que no hemos podido hacer en los últimos seis meses limitados por el estado de alarma, no podremos recuperarlo. Eso sí, podemos aprovechar el presente hasta donde la Junta (Igea), nos deje.