Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Negros, grises y marrones

11/09/2020

Estamos en la semana de la vuelta al cole. Una vuelta diferente que llega llena de aciertos y disparates como cada una de las experiencias que nos ha tocado vivir desde que comenzó la pandemia. Me sorprende la preocupación que muestran muchos padres porque se les plantea el problema de qué hacer con los hijos si los mandan a casa a cumplir cuarentena. Como si hasta ahora no nos hubieran mandado a nuestros niños a casa cuando han tenido fiebre, han vomitado o han caído con gripe, varicela o lo que cada año les haya tocado. Sin dejar de lado la responsabilidad individual, los protocolos sanitarios y la cicatriz aún fresca que nos dejó la pasada primavera marcada por la muerte y la enfermedad; a mí me parece que nos hemos vuelto o ñoños o interesados. Todos los que somos padres sabemos que cada curso viene acompañado de sus mocos, sus virus y algún que otro percance con posible fractura ósea. Es la eterna reivindicación de la conciliación laboral y familiar, aunque parece que la hemos descubierto ahora, como si hasta la aparición del Covid no existiera. Como si nunca hubiera sido un hándicap para quienes se plantean la maternidad o paternidad. Con el mismo énfasis que ahora se reivindican soluciones para los padres que puedan verse con un posible contagio o una cuarentena del niño o la niña, se deberían haber manifestado en el pasado exigiendo esa política real para conciliar vida laboral y familiar. 
La vuelta al cole ha sido, año tras año, para casi todas las familias, la varita mágica con la que ordenar las vidas y aplicar esa disciplina y rutinas que ayudan a que la convivencia sea una tarea menos complicada. Cuántas veces hemos oído esa frase: ¡Qué ganas tengo de que vuelvan al colegio! La vuelta al cole ha sido siempre una metáfora del retorno a la vida real tras el paréntesis veraniego. Llega acompañada de ese cambio de tiempo meteorológico con mañanas frías y mediodías sofocantes con su correspondiente cambio de armario. Enseguida aparecen los negros, grises y marrones. Que te pones al principio del Collado, echas la vista al horizonte y solo ves esos colores: negros, grises y marrones. Con la vuelta al cole y la vuelta de las tonalidades otoñales parece que nos encogemos como para hacer frente al frío. Caminamos los sorianos algo encogidos durante los rigores invernales no solo por fuera, también por dentro. El carácter de las gentes de territorios fríos se encoge, como el cuerpo, para protegernos de las agresiones externas. Somos los sorianos más de defendernos que de atacar, como los numantinos, de ahí nuestras dificultades para reivindicar y, sobre todo, para conseguir las mejoras que perseguimos desde hace décadas, como la conciliación laboral y familiar.