Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Prioridades

16/10/2020

No tenía intención de volver a referirme al coronavirus y cualquiera de sus efectos y daños colaterales. Con siete meses de pandemia a nuestras espaldas, aún hay que andar con pies de plomo porque sigue habiendo personas que consideran algunas reflexiones una auténtica frivolidad si se comparan con la cantidad de víctimas a las que parece que nos obligan a guardar duelo por los siglos de los siglos. Parece que el coronavirus es la prioridad de las prioridades. Parece que la única obligación que tenemos es evitar el contagio, como si el fluir de la vida se hubiera detenido. Como si solo tuviéramos que preocuparnos de no contagiar y no contagiarnos. Con mis disculpas hacia quienes han fallecido, a quienes se han quedado rotos por la pérdida de sus seres queridos, a quienes sufren efectos secundarios; la vida sigue. Igual que sigue para los que sufren otras enfermedades  y para los familiares de las víctimas mortales de otras patologías. Y la vida debe seguir con la dignidad que nos merecemos. Toda esta reflexión merodeaba por mi pensamiento el sábado pasado cuando esperaba en la calle a que me atendieran en el servicio de urgencias de La Milagrosa. ¿Cómo es posible que en siete meses la Consejería de Sanidad no haya buscado una solución para que los pacientes no esperen en la calle?  ¿Cuánto tiempo necesita para que los pacientes de los servicios médicos públicos esperen su turno con dignidad?
Cuando llegué, delante de mí solo había dos personas. Después, en pocos minutos, detrás de mí la cola aumentó en otros cinco pacientes más, todos separados por los dos metros que revisaba un amable celador cada vez que salía a pedirnos la tarjeta sanitaria y a preguntarnos cuál era el motivo de nuestra consulta. ¿Cómo es posible que no se respete el  derecho a la privacidad? En la cola, todos nos enteramos de los males y urgencias de cada uno cuando respondíamos a la pregunta del amable celador. Y cuando ya pensaba que había sucumbido totalmente al mayor gesto de indiscreción que he visto en el sistema público, entré a la consulta donde me esperaba una amable doctora con la puerta abierta durante todo el tiempo que duró mi atención médica. Teniendo en cuenta que el resto de consultas también tenían la puerta abierta y que salían y entraban sanitarios y pacientes; todos nos enteramos de todos los diagnósticos y tratamientos. 
Todo no vale en la lucha contra el coronavirus. No solo se trata de salvar vidas, se trata de vivir con dignidad. No se puede consentir esta falta de respeto a la privacidad. Como no se pueden consentir tantas decisiones inauditas para evitar los contagios que chocan contra los derechos más básicos y el sentido común. No se puede consentir que los gestores de lo público impidan que la vida siga fluyendo.