Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Fiestas de verano

19/08/2022

Mientras estábamos en plena pandemia, tanto al terrible principio como al final, muchos fueron los que pronosticaron que ya nada sería igual. Este primer verano post pandemia ha demostrado que estaban equivocados. El miedo que durante meses acechó a diestro y siniestro, se ha esfumado. Por las vacunas, por el descenso de la mortalidad, porque el tiempo pone todo en su sitio, por el cansancio, por la necesidad de disfrutar o qué sé yo porqué, pero a lo largo y ancho de este verano el virus que llegó de Wuhan prácticamente ha sido relegado al olvido.

Acabamos de vivir el celebradísimo quince de agosto y media España ha vuelto a organizar y participar en sus fiestas populares. En Soria capital ya pudimos comprobar en San Juan las ganas que había de celebraciones con una asistencia superior a la registrada antes de la era covid. Desde que empezó el verano hemos sido testigos, semana tras semana, de que se han recuperado todas las fiestas populares con las actividades y tradiciones de siempre como si nunca hubiera existido la pandemia: calderetas, conciertos, festejos taurinos, pingadas del mayo, charangas, peñas, carreras, campeonatos de cartas, torneos deportivos, cucañas, etc. No ha faltado de nada ni ha faltado nadie. Lo interpreto como una necesidad de supervivencia. Los seres humanos tenemos esa capacidad de remontar los momentos duros para mantener la especie. Si sucumbiéramos a los reveses, hace siglos que la especie humana se hubiera extinguido. Cuando llegó la pandemia, tan inesperada y con medidas tan drásticas, propias de películas de ciencia ficción, dio la sensación de que jamás el ser humano hubiera vivido una tragedia. Somos de memoria corta cuando la desgracia la vivimos en primera persona. La humanidad ha sufrido múltiples desastres, tanto propiciados por el hombre como naturales, a lo largo de los siglos: guerras, plagas, pandemias, terremotos, tsunamis o erupciones de volcanes. Pero también ha tenido la capacidad de recuperarse como se está demostrando en el primer verano post pandémico. Habrá más desastres y volveremos a superarlos y seguiremos manteniendo las ganas de disfrutar y las tradiciones. De hecho, hay tan poca diferencia con la manera de vivir anterior a 2020 que los políticos siguen participando en las procesiones y actos católicos que se celebran en las fiestas de nuestra provincia. Me sigue sorprendiendo que un cargo público acepte las invitaciones con carácter religioso, aun que vivimos en un estado aconfesional. Además, desde hace ya varios lustros, la diversidad cultural y religiosa que ha traído la inmigración es una evidencia. Por respeto a los que profesan otras doctrinas o para los que no seguimos ningún dogma, parecería bastante coherente que los cargos públicos obviaran este tipo de invitaciones.