Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Lotería

23/12/2023

Aún resuena en mis oídos la voz de los niños de San Ildefonso cantando, después de cada número, el consabido, mil euros. Hay pocos momentos en la vida más frustrantes que cuando, una vez terminado el sorteo, repasas tus números y compruebas que no has recuperado ni un solo euro. Que pasar, pasa. Y te pones a pensar en todo lo que hubieras comprado con el dinero que acabas de tirar a la basura.

En los días previos al sorteo, todos los años, te encuentras con más de uno y de una que dicen estar seguros de que este año, les toca. Lo presienten. Y lo dicen con una mirada entre pícara y risueña. Pasado el día, te los vuelves a encontrar y te dicen, apesadumbrados, que estaban segurísimos de que les iba a tocar el gordo, como si no encontrasen lógica alguna en que no se cumpliera su profecía. A veces, somos nosotros mismos los que tenemos esa certeza y los que ponemos esa carilla de dibujo animado de Disney cuando comprobamos que lo nuestro tampoco es la videncia. Por no acertar, no hemos acertado ni la terminación del gordo y eso que sólo hay diez opciones. Como para acertar entre los 100.000 números que se meten en ese inmenso bombo del que salen las bolitas de madera frente al chiquitín de los premios.

Para mí la lotería de Navidad es mi abuelo, que madrugaba el 23 de diciembre para comprar el periódico y mirar número por número en las páginas especiales de El Campo Soriano a ver si, al menos, le había tocado la pedrea para pasar unas buenas fiestas. Cómo ha cambiado la vida en un puñadito de años. Ahora sabemos, prácticamente en tiempo real, si hemos conseguido algún pellizquito. No hace falta esperar al día siguiente a extender la sábana con las diminutas cifras para comprobar los premios. Hay más diferencias. Antes, con el gordo navideño se tapaban agujeros. Ahora ya nadie se refiere a los "agujeros", aunque haberlos haylos. Ahora se paga la hipoteca, o se cambia el coche, o se da uno una alegría después de un tiempo en paro.

Lo que sigue igual es que antes del sorteo, debatimos sobre uno de los máximos sueños de cualquier ser humano, la posibilidad de dejar de trabajar si te toca la lotería. Hay dos bandos: los del que puedes dejar de trabajar y los del que no. Que sí, que 400.000 euros dan para mucho. Que no, que no es para tanto. Y así, nos repetimos año tras año, sin darnos cuenta, de que cada 22 de diciembre volvemos a revivir, como en el día de la marmota, lo mismo. Es decir, evoluciona el lenguaje, las nuevas tecnologías y nos invade la inteligencia artificial; pero en el fondo, seguimos igual, con las mismas premoniciones fallidas, los mismos debates sobre las posibilidades de la buena vida que da el dinero fácil o los sueños que cumpliríamos con un pellizco o con el gordo. Y por supuesto, volvemos a repetir, aunque no es cierto, que en Soria, la lotería, siempre toca.